Y acá estoy, entre estas líneas, dejando este libro como testimonio de vida, para la gente que quiero.

Y lo hago, con el vago intento de mantener vivo el recuerdo, que el tiempo sin duda, borrará.

 

 

A poco de empezar a hablar, mi hija llamó al lápiz “palito mágico”.

De un lápiz puede fluir un poema de amor, una melodía sobre un pentagrama, o lo mío: un retrato.

Con ese palito se puede llegar al parecido, a la expresión, y hasta a la historia de vida del retratado. El gran Anatole France dijo: “Un buen retrato es una biografía sin palabras”.

“Palito mágico”: mi chiquita tenía razón. Cabe tanta fantasía en un lápiz como en el pimpollo de una rosa.

 

Autor:

Tito Bochicchio

Nací en una familia italiana, en una vieja casa del barrio de Flores. Al frente había una carnicería con la que mi abuelo mantenía la mesa familiar.

Éramos pobres, podíamos llegar a tomarle la leche al gato, dejamos de serlo a través del tiempo.

Humildes seguimos siendo, tal vez porque no hicimos nada que justificara el dejar de serlo.

Fui carpintero, vidrierista, decorador, martillero, bolichero, músico y dibujante. Tal vez porque mi eterna soltería me permitía ser atrevido laboralmente por falta de responsabilidades familiares.

Ya pasados mis 45 años llegó mi tan deseada y única hija, que trajo un pan y un sol, que cambió mi vida, debajo del brazo. Tuve una brillante importadora de calzados, ocupé la gerencia de Ámbito Financiero, pero nunca abandoné ninguna de mis tres pasiones: la música, las motos y el dibujo.

No hace mucho tiempo derrapé con mi salud al punto que, junto a un sacerdote, llegué a ver las luces al final del camino. Ya cerca del destino, Dios me dijo que espere hasta nueva orden. Y acá estoy, entre estas líneas, dejando este libro como testimonio de vida, para la gente que quiero. Y lo hago, con el vago intento de mantener vivo el recuerdo, que el tiempo sin duda, borrará.

 

 

100 retratos y reflexiones

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Y acá estoy, entre estas líneas, dejando este libro como testimonio de vida, para la gente que quiero.

Y lo hago, con el vago intento de mantener vivo el recuerdo, que el tiempo sin duda, borrará.

 

 

A poco de empezar a hablar, mi hija llamó al lápiz “palito mágico”.

De un lápiz puede fluir un poema de amor, una melodía sobre un pentagrama, o lo mío: un retrato.

Con ese palito se puede llegar al parecido, a la expresión, y hasta a la historia de vida del retratado. El gran Anatole France dijo: “Un buen retrato es una biografía sin palabras”.

“Palito mágico”: mi chiquita tenía razón. Cabe tanta fantasía en un lápiz como en el pimpollo de una rosa.

 

Autor:

Tito Bochicchio

Nací en una familia italiana, en una vieja casa del barrio de Flores. Al frente había una carnicería con la que mi abuelo mantenía la mesa familiar.

Éramos pobres, podíamos llegar a tomarle la leche al gato, dejamos de serlo a través del tiempo.

Humildes seguimos siendo, tal vez porque no hicimos nada que justificara el dejar de serlo.

Fui carpintero, vidrierista, decorador, martillero, bolichero, músico y dibujante. Tal vez porque mi eterna soltería me permitía ser atrevido laboralmente por falta de responsabilidades familiares.

Ya pasados mis 45 años llegó mi tan deseada y única hija, que trajo un pan y un sol, que cambió mi vida, debajo del brazo. Tuve una brillante importadora de calzados, ocupé la gerencia de Ámbito Financiero, pero nunca abandoné ninguna de mis tres pasiones: la música, las motos y el dibujo.

No hace mucho tiempo derrapé con mi salud al punto que, junto a un sacerdote, llegué a ver las luces al final del camino. Ya cerca del destino, Dios me dijo que espere hasta nueva orden. Y acá estoy, entre estas líneas, dejando este libro como testimonio de vida, para la gente que quiero. Y lo hago, con el vago intento de mantener vivo el recuerdo, que el tiempo sin duda, borrará.